Bowers & Wilkins P7, análisis: audífonos para oídos con experiencia
Hablar de auriculares es cada vez más difícil. La oferta es mayor que nunca: los fabricantes disparan sus modelos Wireless prometiendo idénticas prestaciones. Por compromiso tecnológico encontramos segmentos nuevos donde antes sólo había clasificaciones por construcción.
En esta dicotomía incómoda me he visto con los Bowers & Wilkins P7: demasiado buenos para ningunearlos por la calle escuchando un AAC de iTunes; demasiado parcos para jurar por ellos en un concilio de sonidistas. El lego no tendrá aquí mucho que rascar. El docto se llevará alguna sorpresa: una vez pasadas las protocolarias horas de rodaje, los audífonos se descubren magníficos.
Un poco de historia
Dos ingleses anhelando el grial del sonido perfecto. Con 20 años recién cumplidos, en 1943 John Bowers conoció a Roy Wilkins mientras trabajaba para el Royal Corps of Signals, el cuerpo de soporte y comunicaciones del ejército británico.
Al terminar la guerra y con algo de dinero ahorrado, este ingeniero de teleco de la Universidad Técnica de Brighton y su amigo fundaría Bowers & Wilkins Ltd, la empresa de sonido con la que trabajarían modestamente con equipos de megafonía para escuelas, ayuntamientos e iglesias.
El negocio funcionaba viento en popa y pronto reclutaron a Peter Hayward, un amigo de la infancia, para la faceta logística. Dando servicio a radio y televisión, la empresa de B&W logró una gran reputación en el mercado de los sistemas HiFi. Una de sus clientes, tan satisfecha por la calidad de los productos, realizó una donación vía testamento de 10.000 libras.
En 2010, la empresa británica lanzó sus Bowers & Wilkins P5, entrando de lleno en el mercado de los audífonos de gama media-alta. A estos le siguieron los C5, los P3 y P5 (supraaurales), los P9 (circumaurales) y estos P7 que tenemos en las manos y que pasamos a analizar de inmediato.
Embalaje y presentación general
Una caja negra. Una caja enorme que huele a zapatos nuevos. En primer plano, los auriculares cableados, plegados mediante el tradicional sistema de tijera. Bajo el molde entelado, un segundo cable de 1.2 metros —propietario, de curvatura específica—, con baño de oro, con indicadores para el volumen (pausar y continuar llamada, etcétera), un bolso amplio para el transporte y un adaptador estéreo de jack 3.5mm a jack de 6.35mm, ideal para conectar a un amplificador o tarjeta de sonido.
El auricular presenta una diadema de piel cosida. Sí, piel real, no sintética. Y, aunque es extensible, el excedente va escondido dentro de la diadema. El resto de las conexiones son firmes, las orejeras cuentan con un acabado en aluminio cepillado con el logo de la marca prensado a ambos lados.
Nada más, nada menos. Los controles del cable —liso, para evitar nudos— están preparados para dispositivos Apple. Con un Moto G5 (modelo 2016) sólo podía pausar y continuar. Con un Samsung Galaxy S6 también pude controlar los volúmenes. Desde un iMac de 2014 controlé ambas acciones. Aunque esto lo veremos más adelante.
Cabe decir que existe un modelo P7 wireless, por 50 euros más —y casi 50 gramos de peso extra—, listo para escuchas con conectividad Bluetooth aptX y unas 17 horas de autonomía. La marca asegura unas calidades idénticas, aunque en este particular no puedo arrojar información.
Construcción y materiales
Las almohadillas de las copas son desmontables. Van fijadas a la estructura mediante 4 imanes y dos pasadores como los que vemos en la imagen. Es decir, podemos intercambiarlas una vez sufran desgaste. Y, como las del P5, son bastante económicas. Al desnudar el pabellón vemos, en la copa izquierda, la estructura del driver y el conector jack.
Nada más tenerlos en las manos se aprecia calidad de construcción. No calidad dicho desde un término acomodado: realmente son firmes; están listos para aguantar maltrato. Por suerte, el uso de acero inoxidable en las bisagras, por ejemplo, no penaliza. Estamos hablando de un auricular que con cable incluido no sobrepasa los 300 gramos.
Las almohadillas, por cierto, son de doble cavidad y relleno fonoabsorbente. No olvidemos que estamos ante unos auriculares cerrados: no sólo aíslan sino que evitan fugar sonido al exterior. Y en esta tarea rinden bastante mejor que, por ejemplo, unos Sennheiser Momentum.
Entrando más en la cocina podemos ver dos transductores de 40 milímetros protegidos por una rejilla perforada. Son electrodinámicos, con diafragma de nylon amortiguado. Un sistema clásico y funcional, que entronca con tecnologías como el sistema Tesla de Beyerdynamic.
Tecnología y especificaciones técnicas
- Impedancia: 22 ohmios
- Rango de frecuencias: 10-20.000 Hz
- Distorsión (THD): <0,1% (a 1KHz/10mW)
- Potencia de entrada máxima: 50 mW
- Sensibilidad: 111 dB/V a 1 kHz
Dos apuntes: estos audífonos no amplifican ni comprimen. No esperes sonido poderoso, amplificado, que retumbe en las orejas porque no lo encontrarás aquí. Tampoco son estrictamente planos, con una mezcla ligeramente desviada hacia graves y agudos, dando menor protagonismo a los medios.
Por otro lado, incluso a volúmenes altos hasta lo doloroso, el auricular ni se inmuta. No sólo no retumba la copa, sino que el aire circulante no impacta contra la oreja, gracias a un chasis ventilado por el margen superior. Cada driver está montado sobre una estructura rígida.
Sonido y pruebas
Nada más conectar el auricular me llevé el primer susto: por más que cambiaba canales desde las preferencias del sistema, no era capaz de reproducir el audio del sistema. Estaba usando Boom 2, una app de Mac recomendada para mezclar y amplificar el sonido. Buen aviso, así empezaría el test sin alteraciones vía software. Por cierto: sí, se puede usar esta y cualquier otra aplicación, fue un error simple al direccionar la salida de audio.
La primera toma de contacto con unos Bowers & Wilkins P7 no es muy positiva: su sonido es algo sucio, turbio en medios, falto de color
Estos P7 son como las buenas gafas: te sientes incómodo con ellos los primeros cinco minutos. Después encajan como un guante, una «segunda piel». Ejercen la presión adecuada sobre el cráneo. Su diadema es menos maleable de lo que desearía. Son tan robustos que abruman, en el buen sentido.
El segundo susto me lo llevé al empezar a escuchar música —fue con este disco, un primer prensaje heredado de mi familia—, pasada vía directa por un Denon AVR-X. La primera toma de contacto con unos Bowers & Wilkins P7 no es muy positiva: su sonido es algo sucio, turbio en medios, falto de color. Pero si eres usuarios de audífonos de este rango sabrás que la paciencia tiene premio. Y los P7 no empiezan a sonar de verdad hasta, como mínimo, las primeras 40 horas.
Eso sí, lo que ofrecen a partir de aquí es una respuesta rapidísima en graves.
Durante varios días estuve intentando estresar los auriculares con piezas dispares —como esta— y siguieron demostrando cierta acentuación en la banda de los 20-80 Hz (graves). Pero se aprecian amplios, precisos, con un subgrave brillante —nunca había escuchado Strict Machine con tanto cuerpo—, un agudo limpio y una textura cálida. Para resumir en una palabra: versatilidad.
Buscando una comparativa en rendimiento, quizá los últimos Philips Fidelio L2 serían el modelo más próximo. Ambos son capaces de escalar, de ofrecer escena amplia y dar ese plus de amplitud cuando la mezcla lo requiere. Los Bowers & Wilkins P7 dan un grosor característico sin inflar la mezcla, riqueza en matices, de manera orgánica.
Deudas y conclusiones finales
Se echa en falta un cable de 3 metros con jack de 6.3mm para conectar al equipo estacionario y tumbarse en el sillón con los pies en alto. Fuera de casa el cable es más que suficiente. Y se adaptan lo bastante para aguantar el traqueteo diario: un tramo en metro, un trote hacia cualquier destino. También he podido comprobar que transpiran bastante bien, aunque cuanta mayor es la temperatura, mayor el estrés auditivo.
No son, en cualquier caso, la solución específica para todos los estilos. En vocales, un oído experimentado encontrará alguna que otra flaqueza. De hecho, se comportan mejor con voces masculinas que femeninas. Esta es una percepción común en auriculares cerrados.
Un oído adulto valorará lo que estos británicos quieren ofrecer, sin duda. No pueden competir contra los agudos de unos Sennheiser HD 800, o el nivel de precisión de unos Beyerdynamic T 1. Tampoco buscan esto: compiten en un segmento de auriculares modernos y su sonido ofrece eso, una frescura que los tótems de siempre no encuentran.
Diríase que estos Bowers & Wilkins P7 son el vástago rebelde de los citados: los mira de tú a tú, aunque siempre habrá algún gesto que afearle.
A la eterna pregunta de si valen lo que cuestan, la respuesta no es fácil: es algo subjetivo, ajustado a cada bolsillo. ¿Estamos ante una gama media cara o una alta barata? Por la parte que me toca, tras una semana de uso diario, sus actuales 306,57 euros valen sobradamente lo que ofrecen. Y no es decir poco.
El terminal ha sido cedido para la prueba por parte de Bowers & Wilkins. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
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La noticia
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por
Israel Fernández
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