Amancio Ortega no va a cambiar la sanidad española porque no puede hacerlo, pero abre un debate clave para el futuro
Amancio Ortega, el fundador de Inditex y una de las personas más ricas del mundo, está en proceso de donar 320 millones de euros a la sanidad pública española para renovar el «equipamiento para el diagnóstico y tratamiento del cáncer». La última en subirse al carro ha sido la Comunidad de Madrid va a recibir 46 millones de euros. Y, de nuevo, la polémica sobre las relaciones entre la filantropía y la sanidad pública llena las páginas de los periódicos con gente a favor y gente en contra.
En Xataka, hemos hablado mucho de otras grandes donaciones que se han hecho durante los últimos años y sobre su naturaleza. Por eso, no parecía interesante dejar a un lado la lucha política y analizar, como en otras ocasiones, los problemas y oportunidades de que la filantropía entre en el mundo de la sanidad pública.
Lo (poco) que nos dice la investigación al respecto
En ciencia, el efecto de la filantropía está muy estudiado. Eso nos permitía radiografiar con mucha exactitud las «debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades» que presentan grandes donaciones como los famosos 3.000 millones de Zuckerberg para «curar todas las enfermedades».
En cambio, y aquí salta la primera sorpresa, el mundo de las donaciones de este tipo en sistemas públicos de salud no está demasiado estudiado. Hay una razón importante para ello, este tipo de donaciones no han sido el gran problema de la convivencia público-privada en salud.
El gran problema ha sido las donaciones de empresas y corporaciones con fuertes intereses comerciales en la propia sanidad que usaban estas vías para inocular los conflictos de interés en el corazón del sistema. Y la legislación y la regulación profesional se ha orientado a controlar estas prácticas caras, poco ética y profundamente cuestionables.
No es que este tipo de filantropía sea nueva en la mayor parte de países con sistemas públicos de salud, es que (con alguna excepción de la que hablaremos después) siempre** ha sido la parte más pequeña y menos conflictiva de las donaciones en salud**.
La donación en contexto
En realidad, lo sigue siendo. Como dicen los expertos, ni Amancio Ortega (ni ningún otro filántropo) va a cambiar la forma de financiar la sanidad española. Y no porque no quieran, sino sencillamente porque no tienen capacidad financiera para ello.
Pese a la atención mediática que despiertan estos 320 millones de euros no son más una gota en los más de 60.000 millones de gasto sanitario público que se ejecutan anualmente durante los últimos ejercicios.
Los problemas de la filantropía
Por ello, seguramente el mayor riesgo es que, como en el caso de la ciencia, los fondos privados acaben condicionando la naturaleza de la atención médica e incorporen prioridades que se vuelvan contraproducentes. Sobre todo, cuando sabemos que, muy a menudo, los proyectos de este tipo no son demasiado efectivos. El mejor ejemplo quizás sea el programa de salud infantil que puso en marcha la FUndación Gates en la India y que ha sido un sonoro e incontestable fracaso.
¿Por qué ocurre esto? En la última temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca, le preguntan a C.J. Cregg qué obra filantrópica haría en África si tuviera una obscena cantidad de recursos a su disposición. «Carreteras», responde. La filantropía tiene tendencia a crear hospitales, escuelas o mercados, pero se olvida de las carreteras que llevan los suplementos médicos, los profesores o los alimentos hasta esas instalaciones. Y es que, sin infraestructuras básicas, lo demás no tienen sentido.
Dicho de otra forma, «el aficionado se centra en la estrategia, mientras que el profesional se centra en la logística». Y en esto, inevitablemente, los grandes filántropos suelen ser aficionados. Por eso, la poca investigación que disponemos, señala que el nudo central de las relaciones entre la filantropía y la sanidad pública está en desarrollar herramientas para que esa relación no comprometa la gobernanza sanitaria de las instituciones.
Precisamente, el carácter finalista de las donaciones de la Fundación Amancio Ortega (como de la mayoría) es un asunto central de la polémica. Mientras está claro que este ‘plan renove’ de instrumentos oncológicos es algo necesario, preocupa que las administraciones cambien sus prioridades a largo plazo para poder recibir este tipo de donaciones.
¿El futuro de la relación entre filantropía y sanidad?
Mientras que, a día de hoy, no parece posible abordar los problemas sanitarios globales sin el concurso de los programas filantrópicos; en países con sistemas de salud desarrollados, la filantropía tiene un papel muy distinto. Como dicen en la plataforma No Gracias, si somos capaces de pensar un marco en el que la colaboración entre el ‘Big Pharma’ y la sanidad es beneficiosa para todos; no hay razón para pensar que no existe un marco para este otro tipo de donaciones.
Por eso, la única solución que nos ofrece la investigación sobre el tema es, digamos, de sentido común: para que filantropía y sistemas de salud trabajen bien necesitamos una regulación específica que asegure la gobernanza del sistema sanitario y evite los riesgos (y los conflictos de interés) más evidentes.
El Reino Unido es quizá el país donde la convivencia entre sanidad pública y el sector filantrópico fuerte tiene más tradición. Y, con mayor o menor fortuna, es uno de los pioneros en la creación de marcos regulatorios que permitan sacarle todo el jugo a esta relación.
Hace unos meses decíamos que la transformación digital estaba llegando al sector filantrópico como ha llegado ya a casi todos los sectores. También decíamos que esto iba a presentar retos nuevos que debíamos resolver de una forma nueva. Y si algo nos permiten las donaciones de Amancio Ortega es reflexionar y buscar ese marco donde todos salgamos beneficiados.
Imágenes | Javier Padilla y 401(K) 2012
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Amancio Ortega no va a cambiar la sanidad española porque no puede hacerlo, pero abre un debate clave para el futuro
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Javier Jiménez
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