Ser olvidadizos nos hace más listos y nos ayuda a tomar mejores decisiones
El olvido tiene mala prensa. No acordarse de donde pusimos las llaves o ser derrotados al Trivial de forma inmisericorde tampoco son platos de buen gusto. Pero como dice Blake Richards, un investigador de la Universidad de Toronto, «tendemos a idealizar a una persona que puede machacarnos en un juego de cultura popular, pero lo interesante de la memoria no es ser capaz de recordar detalles como quien ganó la Copa Stanley en 1972″. O recordar si quiera qué es la Copa Stanley, añado.
Sinceramente, no sé si estoy de acuerdo (fundamentalmente, porque yo soy un crack jugando al Trivial), pero he de reconocer que tiene su punto: «La clave de la memoria es hacer que las personas puedan tomar decisiones inteligentes dadas determinadas circunstancias». Y para eso, olvidarse de las cosas sin importancia puede ser fundamental.
Ser olvidadizo ayuda a ser más listo
Richards y su compañero, Paul Frankland acaban de publicar un pequeño estudio en el que aportan pruebas de ello. Es más, estos investigadores están seguros de que, en realidad, los olvidos son algo así como un mecanismo de seguridad del cerebro para evitar la sobrecarga de información.
«Es importante que el cerebro se olvide de detalles irrelevantes y en se centre en lo que ayuda a tomar decisiones en el mundo real», explicaba Richards. Es decir, que la memoria no es una grabadora de la realidad, sino que su función es, sencillamente, ayudarnos a tomar buenas (e inteligentes) decisiones en el futuro.
No se entiende de otra forma que «haya tal cantidad de estudios recientes que insisten en la existencia de mecanismos que promueven la pérdida de memoria» explica Frankland. Ni que esos mecanismos sean diferentes de los mecanismos de almacenamiento de información.
«Recordar demasiado no es bueno»
En su trabajo, Richards y Frankland encontraron dos razones: la primera es que olvidar nos permite adaptarnos mejor a nuevas situaciones sin arrastrar cargas (e información innecesaria) del pasado.
La segunda está relacionada con esto y dice que puede ser un proceso que nos ayude a abstraer y generalizar el aprendizaje sin tener que atender a la casuística de cada momento pasado (algo que sería un infierno computacional).
El mejor ejemplo de esto es una obra de ficción: un cuento de Borges llamado Funes el memorioso. Ireneo Funes tenía una memoria prodigiosa, tan prodigiosa que podía recordar cada hoja de cada árbol que había visto. La consecuencia directa es que estaba en sobrecarga continua y ni siquiera podía dormir.
Olvidar los detalles mejora el desempeño
Para encontrar si estos mecanismos de olvido podían ayudar a tomar mejores decisiones los investigadores no solo buscaron (y encontraron) señales de debilitamiento ‘deliberado’ de los recuerdos en el cerebro. Sino que hicieron pruebas ‘induciendo el olvido’ en ratones.
El sentido común nos diría que, si obligábamos a los ratones a olvidar, su desempeño sería peor. Pero, a diferencia de lo que podríamos pensar, ante un laberinto nuevo los ratones a los que habían inducido olvidar otros laberintos encontraban las ubicaciones con mayor rapidez que los ratones de memoria intacta. Habían desaparecido los detalles, pero el aprendizaje seguía ahí.
Sin lugar a dudas es una línea de investigación interesante que no nos ayudará a encontrar las llaves de la casa, pero que nos permitirá entender mejor los aún bastante misteriosos mecanismos de la memoria.
Imágenes | David Preston, Michal Grosicki
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Javier Jiménez
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